
Mi práctica artística se fundamenta en el trabajo de campo como método de investigación y creación. No lo concibo como una fase previa a la obra, sino como parte activa del proceso. Camino, observo, escucho, me vinculo. Vuelvo al territorio una y otra vez. No para ilustrarlo, sino para comprenderlo desde adentro: desde sus ritmos, texturas y contradicciones.
Trabajo principalmente en entornos urbanos, donde la calle, los cuerpos, los objetos y la arquitectura revelan dinámicas sociales y simbólicas en constante transformación.
Este proceso, que se extiende en el tiempo, se sostiene en una lógica etnográfica. Registro lo que veo y vivo a través de cuadernos de campo, apuntes inestables, archivo fotográfico, video, objetos hallados y conversaciones compartidas. No me interesa representar fielmente un lugar, sino interpretar lo que deja en mí: los colores , las atmósferas, las tensiones y lo que no se ve de entrada.
La pintura y la fotografía funcionan como archivos sensibles, traducciones poéticas de lo vivido. Trabajo desde lo que el cuerpo recuerda y lo que la cámara revela. Lo pictórico se convierte en sedimentación: una mezcla de memoria, gesto y pensamiento visual.
No separo obra y proceso. La investigación se expande y toma múltiples formas. Lo etnográfico no es una excusa para producir: es el núcleo desde el cual construyo sentido.